Maria Ximena

Maria Ximena

La verdadera revolución

6 October, 2019

 

Lori Lightfoot fue elegida alcaldesa de Chicago en abril del 2019. Es la primera mujer afro americana y abiertamente gay en ganar una elección a la alcaldía en Estados Unidos. Este mismo año, Claudia López, la senadora colombiana que acaba de doctorarse en Ciencia política en la Universidad Northwestern de Chicago aspira a ganar las elecciones a la alcaldía de Bogotá, la capital de Colombia, logrando así romper los paradigmas y hacer de la política un verdadero acto revolucionario que invierta los roles de género, a lo Lightfoot.

Pero entre Bogotá y Chicago hay una enorme diferencia. Chicago ya había elegido un primer alcalde negro en 1983, Harold Washington, y unos años antes, en 1979, la ciudad había elegido la primera alcaldesa, Jane Byrne. Esto dice mucho de la tan conocida ¨Second city¨ que, a pesar de estar ubicada en el centro de varios de los estados más conservadores (red states), se ha erigido como una ciudad liberal y étnicamente diversa. La ciudad del primer presidente negro en Estados Unidos, Barack Obama.

Según afirmó el New York Times; la elección de Lightfoot transformó la política de Chicago, una ciudad conocida por los altos niveles de corrupción registrados en la mayoría de los rankings oficiales, por su maquinaria política y su hábito de mantener dinastías familiares en el poder. Desde ese punto de vista, es una elección completamente transgresora y revolucionaria.

Lo mismo sería, e incluso en un mayor grado, la elección de Claudia López en Bogotá; mujer abiertamente gay que desde muy joven ejerció un liderazgo político y que se hizo famosa por sus denuncias de la parapolítica particularmente en las elecciones del congreso en el 2002. Claudia se desarrolló como agente político en un ambiente acostumbrado a la maquinaria tradicional que iba poniendo gobernadores, alcaldes, concejales, senadores y representantes a punta de compra de votos y violencia. Un ambiente, por supuesto, absolutamente dominado por hombres y por los dos únicos partidos políticos que se han repartido la torta desde los orígenes de la democracia en Colombia. La candidatura de Claudia es, aún sin ser elegida, un hecho trasgresor en una sociedad conservadora, violenta y abiertamente machista.

Además, Claudia no representa ni a la derecha, ni a la izquierda. Su partido, el partido Verde, es un partido político independiente que se denomina de centro con tendencias de izquierda, y que hace parte de la oposición del actual gobierno de derecha. Es un partido que aboga por la protección del medio ambiente, por la cultura ciudadana y la educación, por la búsqueda efectiva de la igualdad, la equidad, el ejercicio de los derechos y el acceso a la justicia. Un partido a todos rasgos no tradicional y en contradicción con las tradicionales estructuras políticas del narco Estado que se ha configurado en Colombia.

En Bogotá, el voto de opinión ha demostrado estar vivo y vigente. Más allá de la compra de votos y del terror electoral, y aunque Claudia tiene mucha popularidad y varios seguidores en la capital, su alianza con la Colombia Humana, partido del ex candidato presidencia Gustavo Petro que obtuvo ocho millones de votos en las pasadas elecciones presidenciales, se vino al piso cuando Petro decidió apoyar a Hollman Morris, un candidato con demandas en curso de acoso sexual y de alimentos. Esta ruptura entre la Colombia Humana y el Partido Verde puede ser un detonante para que los otros candidatos de los partidos tradicionales le ganen a Claudia las elecciones a la alcaldía.

Hasta aquí he mencionado el escenario político, pero también está la percepción de la ciudadanía en el ascenso de esta líder atípica en el escenario político capitalino. Claudia es una mujer de voz fuerte, a quien no le ha temblado nunca la mano ni le ha faltado inteligencia para decirles en la cara a toda la corruptela política que bien conoce, que la democracia aún existe y que ella, poco a poco, caminando, hablando con la ciudadanía, trabajando en la construcción de confianza y transparencia, le puede arrebatar la tajada a la mafia política ganando la alcaldía este año. Todos estos, rasgos que no le gustan a un importante grupo de la opinión pública.

Claudia, quien acaba de graduarse de doctora de la Universidad de Northwestern en Chicago, si lograra ganar las elecciones en Bogotá, derrotando las maquinarias y el mismo escepticismo de la izquierda y de los partidos de oposición que hoy existen, representaría la verdadera revolución de la política colombiana actual.

Hace unos días, oía en una entrevista al historiador, profesor de la Universidad de Florencia y experto en historia Latinoamericana, Antonio Annino, decir que los gritos de independencia en América Latina no necesariamente fueron revolucionarios. Solamente fueron la ruptura con la monarquía española; ni siquiera se sabe exactamente la fecha en la que ocurrieron o quiénes exactamente participaron. Tampoco la revolución Norteamericana fue su independencia; la revolución norteamericana fue la constitución de Filadelfia, fue el gran debate sobre el federalismo y la esclavitud. Ésa fue la verdadera revolución, la que tanto le hace falta a este pedazo de historia contemporánea latinoamericana que ha llegado dando tumbos a la modernidad sin participar en los grandes debates de la historia social, porque ha sido capturada por la corrupción y la violencia, y sepultada en ríos de sangre producto de las guerras más infames de su historia.

Claudia, mi voto será por usted. No porque tenga una idea romántica del movimiento #metoo, ni porque crea que una mujer gay en el poder es suficiente revolución para una capital de un país netamente conservador que se viene a pique; sino porque creo que usted es la única con la voz, el talante y los pantalones para dar esos grandes debates que en mora tiene la sociedad colombiana y, en general, América Latina.