Miguel Marzana

Miguel Marzana

Deshoras

17 February, 2020

En este deshoras de Latinoamérica, no le ponemos el acento, el grito o el silencio a la voz, las diferentes voces que se proyectan en una, hablan de punta a canto; partiendo de una concepción que supera la visión puramente ideológica o geográfica y se afirma en la dimensión humana y la realidad profunda y solidaria como siempre ha hecho la poesía. Los poetas: La poeta argentina Alicia Partnoy nos recuerda en dos poemas la memoria y la importancia de saber que el presente se construye con la historia. El poeta Yeiber Roman de Venezuela nos puede mostrar con esos ojos, que la niñez siempre se ve en el dolor de la violencia, y que todos algún día creceremos. El poeta Arnulfo Valdez nos lleva a Sinaloa, México, ese lugar pesado y caliente, ese lugar donde “todos son el Jaramillo”. Lugar armado hasta los dientes, pero también lleno de poesía. La poeta Elsye Suquilanda de Ecuador, nos borda la ternura y fuerza de la mujer andina; de forma clara y sin albaricoques (como ella misma lo diría). El poeta chileno Juan Malebrán propone la metafora simple, vuelve la vista al poeta/poema y sugiere los riesgos de un lenguaje claro. El poema Desmonte, de Pablo Cesar Espinoza de Bolivia nos presenta un esbozo de la vida de las marchas, la figura del minero que mastica coca y protesta con dinamita, el prejuicio reinante y la carga con que se carga la montaña que se ateza en el poema.

Poesía de  Pablo Cesar Espinoza Lafuente, Juan Malebrán, Miguel Marzana, Alicia Partnoy, Yéiber Román, Elsye Suquilanda y Arnulfo Valdez Oleta.

 

 

 

 

Ojos de cristal

 

Niña,
qué triste es verte en el dintel de la puerta de tu casa,
pues tienes que ver cómo trotan los demonios.
Miras los rostros de quienes han arrebatado tu inocencia;
miras las bocas que tienen veneno en vez de saliva,
pues sólo sirven para blasfemar.

 

Niño,
asustado frente a tu ventana,
ves que los soldados ya no son de juguete.
Ya no tienen el corazón de plástico, sino de piedra;
ya no es verde el color de su piel.
Ahora los muertos no están en tu imaginación,
y no reviven de forma infinita, como en tus juegos.

 

Niña, niño,
cuán doloroso es que sus ojitos de cristal se empañen,
pues tienen que ver,
en primera fila,
el polvo que levanta la guerra.

 

 

 

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Yéiber Román (Venezuela, 1996). Estudiante de Tecnología Electrónica (TSU) en la Universidad

Simón Bolívar (USB). Ganador del concurso de poesía Iraset Páez Urdaneta (2016) y del
concurso de cuentos José Santos Urriola (2017), ambos de la USB. Autor del poemario Los
futuros náufragos (Fundación La Poeteca, 2018). Textos suyos han aparecido en la antología
Poesía contra la opresión (1920-2018) [Provea, 2019], Letralia, y Latin American Literature
Today. Links: Edición digital de Los futuros náufragos https://lapoeteca.com/los-futurosnaufragos-
yeiber-roman/

 

 

 

 

Cuentas claras

 

A ver, amigo, hermano:

 

Yo perdono
al compañero que gritó
mi nombre
cuando el torturador le perforaba
la voluntad de construir la historia.

 

Al que, cruz de plata en la palma de la mano,
con café y cigarrillo, me contaran…
se acordó de mi barrio y de mi casa
ante aquella jauría de asesinos,
supe olvidarlo.

 

Pero no me pidan
que teja ni perdón ni olvido
en esta trama abierta que es mi vida
para aquel inclemente genocida
que ni siquiera se siente arrepentido.

 

 

 

 

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Alicia Partnoy. Escritora, académica y activista de derechos humanos, Alicia Partnoy es
sobreviviente de los campos secretos de detención donde 30.000 argentinos “desaparecieron” entre 1976 y 1982. Más conocida por su libro La Escuelita. Relatos Testimoniales, Partnoy es autora, traductora o compiladora de doce libros y un cuadernillo de poemas. Sus ensayos académicos, poemas y relatos han sido publicados en docenas de revistas especializadas en América Latina, Estados Unidos y Europa. Partnoy es profesora de lengua y literatura latinoamericana en la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles.

 

 

 

 

 

 

Desmonte

 

I

La Montaña no se persigna en el mercado como si fuera su derecho.
No transita por los puestos de venta, ni pide rebajas en la ropa usada.
La Montaña no se esfuerza en ser parte de la alcantarilla, ó en descansar en la maceta y esperar el respeto que merece del living room.

 

La Montaña no se sube a los micros, pero sí se lanza de ellos.

 

La Montaña es el destino que comparte con el Q´epi ,
de observar como trabaja el Maycol y no hacer nada para llorar con él.

 

El Q´epi, está enamorado de la Montaña.
Lleva comida para ella
Lleva ropa
Lleva explosivos
Lleva todo lo necesario para crear un hogar en ella,
mientras que cada día
la Montaña se levanta en la calle por el escupitajo del minero que pijcha .

 

II

El Q´epi nunca quiso pelear en marchas desde la espalda,
Tampoco correr de las mismas y recibir el último golpe.
No quiso gasificarse, ni que le revienten el petardo a medio metro de altura.

 

El Q´epi nunca quiso dejar de ser Q´epi, desde su precaria percepción.

 

Ahora el Q´epi lleva periódicos pasados, revistas con las esquinas dobladas, abarcas rotas y poleras sucias del San José.
El Q´epi no se mueve, pero tampoco está en silla de ruedas.

 

Bajo la cama,
El Q´epi no recuerda el momento exacto en que dejó a La Montaña,
pero que sabe que el Maycol, se hace más Michael al llegar a la ciudad

 

III (Montaje)

La Montaña levanta el asfalto cuando el Q´epi se lanza en caída libre.

 

Q´epi: palabra Quechua; con la que se designa a cualquier bulto o fardo envuelto
en una tela, que usualmente se lleva atado a la espalda.

 

Pijcho o akullicu: palabra Quechua; práctica social, ritual y medicinal,​ en la que se mastica un bolo de hojas de coca.

 

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Pablo César Espinoza Lafuente (Bolivia, 1989). Autor del poemario Cantar, Reír y Olvidar
-el orden no importa, Ed.Yerba Mala Cartonera 2010, elmismo poemario fue traducido al
francés por la editorial Babel Cartonera (2011). Ha participado en diversas revistas, antologías,
festivales y encuentros de poesía en Bolivia, Latinoamérica y Filipinas.

 

 

 

 

 

Yupaychani Shinchi Warmi

 

Dedicada a la poeta: Kiwcha – Kayambi, Sarawi Andrango

 

Nube de colores
de ponchos, anacos, chalinas y alpargatas va llegando a la ciudad
mujeres decididas
vienen liderando los ríos de gente,

 

con música,
con esperanza,
con ramitas de eucalipto
el pueblo humilde a su paso se les va sumando
Mujer que cuidas de la semillita De los campos
De la vida
De la dignidad
Mujer brava
de decisiones fuertes y arriesgadas
Tu escudo es tu nobleza En ti no hay agresividad
Yupaichani Sinchi warmi
De ti aprendo Por ti yo crezco
Tomo una bocanada del Quilotoa, Y despierto …

 

 

 

 

 

 

A medida que avanza la tormenta

De todos modos
no hay
manera de evitar el riesgo
que suponen ciertos territorios

—urticaria y necrosis—
los dominios del ciempiés o
el vello de la apasanca
(bol.-pollito, tarántula)

mañas aprendidas en terreno
prácticas imposibles
sin holgura

porque no hay manera
una vez que la boca se llena de mosquitos

quizás en eso consista hablar claro

igual que volver la vista
hacia un río tibio
pero infranqueable

y ver tan solo vaho
ante lo poco que se distingue

avanzar tras el rastro de la hierba

como único indicio:
las huellas de un galope
que el lodo cubre a mitad del sendero.

 

 

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Juan Malebrán (Iquique, Chile – 1979) Ha publicado Reproducción en curso (YMC, 2008), Bozal (YMC, 2014 / Hebra, 2015), Entretenciones mecánicas (Cinosargo, 2016) Trópico (Aparte, 2019). Y las compilaciones f/22 Antología
poética cochabambina (La Ubre Amarga, 2011) Ulupica, trece poetas bolivianos actuales, co-edición con Gladys González (Libros del cardo, 2016) y Libreras, una antología desde la cárcel San Sebastián Mujeres, co-edición con Michelle Nogales, Mijaíl Miranda (El Cuervo, 2019). Los años 2005, 2016 y 2018 obtuvo la beca de creación del Fondo del Libro y la Lectura Chile. Reside en Bolivia.

El desierto en las entrañas

 

 

Escribir en segunda persona es la forma más acabada de soledad
Adalber Salas Hérnandez

 

Bastó una foto tuya para sentir mi cuerpo deshabitado.
Vi rasgos extranjeros en tu rostro.
Raros surcos nacieron de forma repentina.
Creí escuchar tu voz con un léxico ajeno.
Supe que no te reflejarías más en mis pupilas.
Esta casa quería tenerte aprisionada.
Esta casa no concuerda con tu ser.

Tal vez no respires vigor y sólo aparentes hacerlo
–ruego a Dios estar equivocado.
Te volviste fantasma especial:
en vez de miedo das regocijo.
Siempre deambulas en esta casa
donde ya nadie ríe
y tal vez nadie ría más.
Quedan unas cuantas memorias
mudándose a un cuarto de antigüedades
en un edificio abandonado.

Ver tu cuerpo estático en digital,
único remedio contra tu ausencia,
es una flagelación.

Rememoro las golpizas que la cobardía me dio;
cómo, ante ti, mi lengua perdió todas las palabras.
Nunca luché por defenderme.
Ahora vivo los resultados:
mi cuerpo es muy grande para este desierto llamado «alma».
Se encoge al verte más feliz
en un sitio tan remoto.

Palabras escondidas por mi timidez no llegarán a tus oídos.

Sólo queda una solución:
golpear mi pecho todo un siglo
(eso no bastará como redención).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ciertas rutinas

 

El amor, esa vieja costumbre
de arrimar mi cabeza a la tuya
en las noches de mares oscuros;
de llevar en tu mano la mía
en las tardes de patear las calles
de los barrios de nuestra memoria,
y de alzar nuestras copas gemelas
para ver a través de ese vino
la sangre valiente
de los compañeros
que sembraran la tierra lejana
con tanta semilla
de revolución.

 

El amor, esa vieja costumbre
que levanta nuestra voz en gritos
que piden justicia,
que exigen memoria,
ni perdón ni olvido,
siempre rebelión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Blanco perfecto

III

Para qué el semáforo
Si la vialidad aquí es sol
Siempre verde y ni que fuera ojo
Pa parpadear
Una sirena, sí
Y dos de cachucha que
Detienen a otros dos de cachucha
Unos armados, otros (des)armados
Las caras bien cargadas
Por eso del sol el sudor las cachuchas
Un juguete en la mano
Otro en la otra
Y todos sonríen, todos somos yo
Y los otros dos de cachucha ¡Qué calor!
Pero aquí son cuatro cachuchas
Dos con la parada pólvora pum
Y dos con la palabra divina y un botón
Pero aquí hay cuatro cachuchas y el sol podría
Encubar un pollito en los cabellos
Palabras palarmas pasón
La verdad no es sabido qué pasa:
El cuerpo llora también y los ojos arden
por la calor que se fuga
En aquel tintinear de cuatro cocas que pasan
de un jalón y ríen.

 

I

 

Cuando no hay luces por esta zona
Cualquiera puede ser un puntero
-¿Tú eres el Jaramillo?
Sólo se responde y sigue caminando
Cuando se carece de luz por la zona
Cualquiera puede ser un blanco perfecto en la noche
Y el oxxo se vuelve un picadero
Estacionamiento para las polarizadas
-Me das unos pingüinos, una coca y un jaztea, por favor
MIIIIIIIIIIIIC MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIC
Y el que voltee para atrás…
y el que hable también
solo la camioneta, chula, prieta la condenada
todos chitones menos el ábranse a la verga de sus brazos
silencio y puros motores, corridos
asoma la cepillada por la ventanilla
pide no sé qué cosa con la mirada
con algo que busca a su costado
Cuál Nuevo Culiacán
y el que mire a los ojos…
el que se mueva de allí también
y el que voltee,
y el que chifle el alterado
porque en esta zona todos se llaman Jaramillo.

 

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Arnulfo Valdez Oleta. Escuinapa, Sinaloa (1990), consultor político y traductor.
Autor del poemario Chicken Noodle Soup (Monte,2015), sus trabajos han sido publicados en distintas revistas digitales e impresas. (Sus escritos sobre música en http://revistaespejo.com/author/arnulfo-valdez-oleta/), es
miembro del Consejo editorial en himenmag.com / Música en soundcloud.com/uh-banda/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Navega libre volcán

 

Mañana cuando vuelva a tener seis años me vestiré de oveja blanca
iré a visitar a mi amiga Olivia comeremos pasto fresco
nos revolcaremos de júbilo celebraremos la libertad cantaremos un par de balidos no para los dioses
pero si para nuestras amigas
seremos libres
te iremos a visitar
y nos invitarás a pasar a tu lodo-room rebuznaremos a todo pulmón
Mañana cuando vuelva a tener seis años no me volcaré en un bus cafetera
el chofer no se dará a la fuga
no habrá deudos desconsolados mañana cuando vuelva a tener seis años seré una oveja libre

 

 

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Elsye Suquilanda (1979 Quito, Ecuador) Creadora, escritora, poeta, tejedora de videos, activista por los derechos de los animales. Autora de los poemarios: Nalgas, Cortina de circo popular, Te envío mis amígdalas en una Paloma Mensajera, Agua de Mono Eau de Toilette Spree, Cenicienta de Späti, 030,- Berlín, Lensi Lusikka Suussa (voló con una cuchara en la boca). Sus escritos y poesía han sido traducido a varios idiomas. Publicada en varias antologías, libros y revistas. Es co-creadora de la Perrosofía “Chichoismo” (amor y respeto a todas las criaturas vivientes, y mi maestro es
un perro Andaluz llamado Chicho).
AUDIO: https://soundcloud.com/rukisukye
VIDEO: https://vimeo.com/elsyesuquilanda
BLOG: https://rukisuky.
wordpress.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Férreo

 

“Tal vez haya alguna palabra por ahí que describa el mundo tal y como es esta mañana”
Charles Simic

Amanece y desempañas con la manga la ventana
buscando dar con el paisaje.
Pero hace mucho que el paisaje
no es más que una misma cara en todas partes y
una misma sucesión de palabras repetidas en distintos territorios:
citas, anotaciones y signos
perdiendo todo el sentido del que carecen y
que otorgamos en instantes de perniciosa ilusión:
tickets, terminales, compartimientos de segunda clase
pero una misma cara siempre.
Y el cansancio de quien despierta
-estación tras estación-
sabiendo que dormir hace mucho
ha dejado de ser sinónimo de reposo.