Esmeralda M. Guerrero

Esmeralda M. Guerrero

Gatos

22 May, 2020

Esmeralda lee un fragmento del ensayo Gatos, de Marco Escalante, que fue publicado originalmente en el número 71 de contratiempo en enero de 2010.

 

“…los perros también son animales hermosos y leales; pero carecen de la indefinición, del aspecto vaporoso del gato, que en lugar de andar, parece que flota. Eso es, el gato es un animal suspendido, tanto en el tiempo como en el espacio. Para él no pasan las horas y es lo mismo una hectárea que un metro. No cae en el vértigo de los hechos, no se suma a la historia, no está educado para ser héroe, como sí lo está ese ejército de San Bernardos que antiguamente rescataban a las víctimas de una avalancha, o esos perros de poderoso olfato entrenados para rescatar a los sobrevivientes de algún desastre. El gato es inútil para toda cosa que incumbe a la humanidad, pero es esencial para todo aquello que emprende un individuo. El gato no salva vidas, pero te puede salvar el alma. Hay en cada libro mío, diría Soriano, un gato escondido, y por ende una razón de vida, una prueba del enriquecimiento del alma.

Quienes le atribuyen al gato el defecto de la vanidad se equivocan. La vanidad requiere acción, esfuerzo, lucha contumaz en busca del reconocimiento de los otros. Es decir, requiere de un público, de una claque. La vanidad se alimenta de aplausos, y en el caso de los oscuros, de los que nunca saldrán del anonimato, se nutre de aplausos silenciosos, de aplausos ilusorios. El gato no busca el aplauso de nadie ya que de por sí no hay pedestal más alto que el suyo, por eso los egipcios lo deificaron. La nobleza, la aristocracia espiritual del gato, que implica necesariamente una humildad silenciosa, queda sintetizada en este bello epitafio de Byron: Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad, y tuvo todas las virtudes del hombre sin ninguno de sus defectos. En el gato todo es completamente natural porque, como bien lo anota Neruda, y también Rilke, el gato es gato y con eso basta. Sueña el hombre con ser pájaro, el perro nostalgia al lobo, quiere el canto del grillo igualar la melodía del ruiseñor o el jilguero: todas las cosas del mundo aspiran a ser algo más, sueñan con su propio cielo. Pero el gato siempre es gato, y nada más, porque ya está en ese mundo arquetípico que describían los griegos, ese mundo de perfección, de formas geométricas sinuosas y abstracciones exactas, el mundo de la simetría y la música celeste. El gato es, en última instancia, un animal pitagórico. Dadme un gato y os daré un teorema.

 

Por todas las razones expuestas, yo tengo un compromiso moral con los gatos. Y no hay relación capaz de romper este vínculo de sangre. Ni la amistad ni el amor román-tico poseen la fuerza de esta unión imperecedera, porque incluso cuando yo me muera, estoy seguro que han de acompañarme mis gatos, pues es a su mundo al que aspiro. Soy un hombre optimista. Creo que a la ruina del cuerpo le sobrevive el alma infinita. No estoy contento con esta realidad triste que con tanto énfasis nos muestra la decadencia de todo lo que vive. Me hace feliz la posibilidad de un mundo perfecto más allá de los confines de la materia. Mi corazón, eternamente agradecido, le debe esta esperanza a los gatos…”

 

 

Puedes leer el artículo original haciendo clic en la imagen:

 

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Marco Escalante es escritor peruano. Vive en Chicago.

Esmeralda Guerrero es parte del consejo editorial de la revista contratiempo. Es diseñadora gráfica y vive en Chicago.

 

Foto: Esmeralda Guerrero